28 octubre 2020

Formación parroquial

El próximo jueves 29 de octubre tendrá lugar un encuentro de formación parroquial en torno a la Carta «Fratelli Tutti» (Hermanos todos), tecera Encíclica del Papa Francisco, firmada el pasado día 3 de este mes.

Este es el esquema que se seguirá (descargar).

27 octubre 2020

Cultos puente de Todos los Santos

Sábado 31 de octubre
18:30 Misa

Domingo 1 de noviembre
Solemnidad de Todos los Santos

11:00 Misa
13:00 Misa

Lunes 2 de noviembre
Conmemoración de los Fieles Difuntos

11:00 Misa
13:00 Misa
18:30 Misa

El aforo de la Parroquia en estas celebraciones será de 35 personas de acuerdo con las directrices del Arzobispado.

 

24 octubre 2020

XXX Domingo del Tiempo Ordinario – 25/10/2020

¿Cuál es el mandamiento principal? “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser. Este es el mandamiento principal”. Hay un segundo mandamiento, semejante e inseparable de éste: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Jesús nos ha puesto delante de un espejo, delante del cual no podemos mentir, nos ha dado la medida para saber y descubrir si amamos o no al prójimo. “por lo tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos” (Mt 7, 12). No dice, si te va bien: “lo que el otro hace contigo, hazlo tu también” dice: lo que tu quieras que te hiciese el otro a ti, hazlo tu a él, que es muy distinto. 

¿Si yo estuviese en tu sitio y él en el mío, cómo quisiera yo que él se comportarse conmigo?

Jesús considera el amor al prójimo como “su mandamiento” aquel en el que se resume toda la Ley. Este es el mandamiento mío: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12)

Cuando se habla de amor al prójimo, buscamos las obras de caridad, las cosas que podemos hacer con el prójimo: darles de comer, de beber, visitarles, ayudarles. Pero esto es un efecto del amor, no es todavía el mismo amor. Antes de la beneficiencia viene la benevolencia, antes de hacer el bien, viene el querer bien.

La caridad dice San Pablo debe ser sin fingimiento, debe ser sincera. Se debe amar sinceramente como hermanos.

Se puede hacer caridad y dar limosna por muchos motivos, que no tienen nada que ver con el amor, para hacerse agradables, para pasar como benefactores, para ganarse el paraíso, por remordimiento de conciencia. ¿Se puede faltar a la caridad, incluso haciendo el ejercicio de la caridad? “la caridad es paciente, es amable, la caridad no es envidiosa… no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad… 1Cor 13” nada hay en este texto que nos hable de las obras externas de caridad, se refiere a las disposiciones interiores. Llega a decirnos que el mayor acto de caridad externa, repartir los propios bienes a los pobres, no valdría de nada, sino tengo amor.

Es un error contraponer el amor de corazón y la caridad, o refugiarse en las buenas disposiciones interiores hacia los demás para encontrar con ello una excusa a la propia falta de caridad efectiva y concreta. Decía el Apóstol Santiago: “si tu encuentras a un pobre con hambre y frío, qué le vas a decir: Id en paz, calentaos y comed, pero no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿De qué sirve? (St 2, 16)

El amor es la solución universal. San Agustín ha escrito: “ama y haz lo que quieras”. Es imposible descubrir en cada momento cuál es lo justo, lo que hay que hacer en cada circunstancia. Si calla, calla por amor; si hablas, habla por amor; si corrige, corrige por amor. Preocúpate de que en tu corazón haya un verdadero amor para cada persona, porque después, cualquier cosa que hagas, será justa. 

La caridad del corazón es la caridad de todos, la podemos ejercer siempre, es universal. Es una caridad concreta. Se trata de mirar con una mirada nueva las situaciones y las personas con las que nos encontramos para vivir. ¿Qué mirada? La mirada con que quisierámos que Dios nos mirase. 

A veces nos refugiamos en el amor de Dios y nos consolamos de nuestras dificultades. Pero a Dios no se le ve, «nadie le ha visto nunca» (1Jn 4,12) y si no amamos al hermano «al que ve- mos”, ¿cómo vamos a mar a Dios al que no vemos» (1Jn 4,20)? Amar a Dios no es, ni puede ser, olvidar “lo que vemos”: a nuestros hermanos necesitados. Ellos nos inquietan, nos urgen, incluso nos llegan a molestar. No nos provocan, naturalmente el amor. «Si amáis a los que os aman, ¿qué hacéis de particular?» (Mt 5,46). No ama a Dios quien no ama, con obras y de verdad, al hermano.

La primera lectura, tomada del libro del Éxodo es muy explícita: «no oprimir ni vejar al emigrante», «no explotar a las viudas ni a los huérfanos», «no ser usurero al prestar dinero a un pobre...» Y todo ello porque no hemos caído en la cuenta de que somos nosotros también los forasteros, las mujeres maltratadas por la vida, los niños de la calle, los que necesitamos préstamos de los demás... Forman parte de nuestra propia

carne, ¡y nadie desprecia su propia carne! Esta es la enseñanza: el amor al otro es amor a nosotros mismos, ¡porque todos formamos un solo vínculo de humanidad! 

No hay un mandamiento principal de la Alianza de Dios con su pueblo, sino el amor. Amor al Señor y amor al hermano. Y con una medida bien concreta: «como yo os he amado» (Jn 15,12). El propio amor con el que amamos al hermano es el mismo amor con que Dios nos ama. No puede haber dos amores, ¡porque solo tenemos un corazón! Somos amados y aprendemos, dócilmente, a amar con ese amor con el que somos creados: el de nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos... ¡y hasta del que no nos quiere bien! 

Abandonar los ídolos, como nos recuerda Pablo en su carta a los tesalonicenses, es dejar- nos de sentir el centro del mundo, de hacer, del nuestro, la medida del amor. No somos nosotros los que podemos convertir nuestro amor en medida para amar a los demás, sino amarlos, como somos amados, sin medida. “La medida del amor es amar sin medida” (San Juan de la Cruz). Volvernos y servir al Dios vivo es amar con el mismo corazón, la misma mente y las mismas fuerzas, con todo nuestro ser, a nuestros hermanos y hermanas. Este es el sentido de “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt 22,40). 

La Eucaristía nos exilia de nuestro propio amor, para regalarnos la medida de amor de Jesús, que, resucitado de entre los muertos, nos libra del mal amor de nuestro corazón (1Tes, 1,10). Porque vivimos aguardando la vuelta de Jesús, y al hacer memoria de su muerte, anunciamos su resurrección y suspiramos por su venida: ¡Ven, Señor Jesús! 

De este modo, vamos haciendo posible un amor al mundo que nos preserva del mal y que nos pone en el deseo del Creador y Redentor: ser el fundamento de todo este entero mundo, amado por Dios hasta entregarle a su Hijo único (cfr. Jn 3,16). Si Dios ha amado así al mundo, con un amor extremo, también nosotros debemos, como miembros de su Alianza nueva y eterna, cuidarnos y amarnos mutuamente entre nosotros. 

17 octubre 2020

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario – 18/10/2020

¿Es lícito pagar el impuesto al César o no? El Evangelio puntualiza que querían poner una trampa a Jesús y Jesús les responde: “Hipócritas, ¿Por qué me tentáis?

¿Dónde está el engaño? Los fariseos, eran secretamente contrarios al poder romano; los herodianos apoyaban al poder romano. Si, por tanto respondiera: “si es lícito pagar el tributo” podría alinearse de parte de unos o contrario a los otros. Palestina formaba parte del imperio romano en tiempos de Jesús. Esta obligación era una humillación para los judíos, ¿Cómo pagar el tributo a un emperador pagano? Parece anómalo, pero es necesario y nos se puede actuar de otro modo.

Jesús pone el problema en un nivel infinitamente mas profundo y universal. Ya no más o César o Dios sino uno y otro, cada uno en su plano. Es el inicio de la separación entre religión y política, hasta entonces inseparable entre los pueblos y regímenes. Los hebreros estaban acostumbrados a concebir el futuro reino de Dios, instaurado por el Mesías, como una teocracia, como el gobierno sobre la tierra, dirigido por Dios a través de su pueblo. Ahora por el contrario, la palabra de Cristo revela un reino de Dios, que está en este mundo, pero no es de este mundo; que puede existir con cualquier régimen.

Se revela así dos tipos de soberanía de Dios en el mundo: la soberanía espiritual, que constituye  el reino de Dios y que él ejerce en Cristo, y la soberanía temporal o política, que Dios ejerce indirectamente, confiándola a la libre elección de las personas.

César y Dios no están puestos en un mismo plano, porque también el César depende de Dios y debe rendirle cuentas a él (Sb 6, 1). Decimos que amamos a Dios sobre todas las cosas. ¿Hay “cosas” en tu vida mas importantes que Dios?

“Dad al Cesar lo que es del Cesar” Es Dios el soberano de todos. Nosotros no estamos divididos entre dos pertenencias, no estamos obligados a servir a dos señores. El cristiano es libre de obedecer al estado; pero también de resistir cuándo éste se opone contra Dios y su ley. 

Carta a Diogneto en el Siglo II «Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto... Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble... Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes... Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. 

Tres temas aparecen como trasfondo del evangelio de hoy, contraponiendo a Dios y al César: Dios y el dinero; Dios y la política; Dios y la acción humana en la sociedad. 

Dios y el dinero. 

No es Jesús ni el evangelio quienes nos ponen en el dilema de elegir a Dios o al dinero, Dios y la moneda del Imperio. Es el mundo el que nos coloca en esa tesitura. El mundo se desenvuelve en una continua tensión y conflicto entre el desarrollo económico y el desarrollo de las personas en todas sus dimensiones. Para Jesús, el dinero no deja de ser una herramienta útil para la vida y sus menesteres cotidianos como el trabajo, los impuestos, los negocios, la compra, el ocio... Ni Dios ni el mundo son tan simples como para dicotomizar las cosas entre buenos y malos. Ni solo Dios es lo bueno, ni el dinero en sí mismo es lo malo. Lo que sí es cierto es que el dinero no se puede divinizar ni absolutizar, como si fuese el César, y que el evangelio de Dios puede dar sentido a cualquier opción por la vida y sus actividades. La caridad, por ejemplo, pone el dinero al servicio de los demás y lo convierte en oro más luminoso que la moneda del Emperador. ¿Adoramos el dinero? ¿Adoramos a Dios? ¿Qué relación tengo con el dinero? ¿Cómo lo utilizo? ¿lo comparto? ¿Tenemos que elegir entre Dios y el dinero?

Política y encarnación. 

La encarnación de Jesús ocurrió en una sociedad concreta, en un momento definido de la historia, durante el dominio del Imperio Romano, y en una provincia muy alejada de la capital. La política que se hacía entonces estaba basada en la esclavitud y en la imposición por la fuerza y el poder militar. Ante esta forma política de negación de los derechos humanos, Jesús propone los valores del Reino de Dios. Y esta propuesta le acaba llevando a la cruz. No hay oposición entre Dios y el mundo, pero sí entre Dios y en un determinado “mundo”. La muerte de Jesús fue cruel e inhumana, sin embargo, la sobrellevó con tal dignidad que el mismo instrumento de tortura a la que fue sometido acabó convirtiéndose en símbolo de soberana libertad y de entrega de amor hasta el extremo. El poder, como el dinero, es ante todo servicio y nunca imposición. La cruz, en el servicio ciudadano, a veces es inevitable, pero pude transformarse en amor. 

Cristianos en el mundo

A nosotros nos toca, dos mil años después, observar, analizar y vivir en el mundo actual. No se trata de repetir modelos añejos, sino de traer a los tiempos presentes los parámetros de Jesús, que no han cambiado sustancialmente con el paso de los siglos, poniendo la dignidad de la persona siempre en primer lugar, por encima de alternativas políticas y de sistemas económicos; o, mejor aún, poniendo esas políticas y economías al servicio de la digni- dad de la persona. También la economía, como el poder y el dinero, pueden ponerse al servicio del bien común y la persona. Jesús nunca se desdijo del sueño y la utopía, pero siempre tuvo los pies en la tierra y el sueño en su Padre del cielo. 

“y a Dios lo que es de Dios” ¿Qué le damos a Dios?

13 octubre 2020

Domund 2020

Este 18 de octubre es el Domingo Mundial de las Misiones. Por tal motivo, el jueves 15 a las 6 de la tarde habrá una jornada de formación en la parroquia.

Para prepararla, se recomienda leer los siguientes documentos:

-Presentación Domund

-Mensaje del Santo Padre

-Reflexión Pastoral

10 octubre 2020

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario – 11/10/2020

 1.     Invitación rechazada.

¿Por qué los primeros invitados rechazaron ir al banquete? San Mateo dice que “no hicieron caso” de la invitación y “uno se marcho a sus tierras, otro a sus negocios”.

¿Te sientes invitado al banquete? ¿Rechazas participar del banquete? ¿Por qué? Dios nos propone un montón de dones, mucha alegría, pero nosotros despreciamos esta oferta, mostrando mas interés por otras cosas.

Todos ellos tienen algo urgente que hacer, algo que no puede esperar, que reclama de inmediato su presencia. ¿Y qué representa, por el contrario el banquete nuncial? Indica los bienes mesiánicos, la participación en la salvación aportada por Cristo, y por tanto, la posibilidad de vivir para siempre. El banquete representa en consecuencia lo más importante en la vida; es más, la única cosa importante, porque ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? (Mt 16, 26).

¿En qué consiste el error cometido por los invitados? En dejar los importante por lo urgente, lo esencial por lo contingente. Ahora bien, esto es un riesgo tan difundido y tan desleal que vale la pena reflexionar sobre ello.

++Dejar lo importante por lo urgente en el plano espiritual significa dejar los deberes religiosos, cada vez que se nos presenta algo urgente que hacer.  Haz una lista de tus deberes religiosos y cuales son las cosas que impiden que cumplas con ellos.

     o   Es domingo y es hora de ir a misa, pero hay que hacer aquella visita, aquel trabajo en casa, la comida que hay que preparar… la misa puede esperar, la comida no; entonces se deja de ir a misa para otra ocasión y nos situamos junto a los utensilios de cocina.

    o   Para otros sucede cuando tiene lugar la oración. Oyen que debieran dedicarse con calma un tiempo a la oración, pero se acuerdan que está aquella cosas que preparar, aquella llamada que hacer, y así la posponen para otro tiempo. La desgracia es que las cosas urgentes a hacer, hacen que no cumplamos nuestras obligaciones espirituales y nos dediquemos a las cosas materiales.

El Evangelio nos ofrece el ejemplo, la visita de Jesús a sus amigos de Betania. María entiende de inmediato qué lo más importante a hacer: estar con Jesús, escucharle, hacerle compañía. Marta por el contrario “estaba atareada con los quehaceres de la casa”

Una cosa es importante y necesaria: ganarse a Dios y con él la vida eterna, dejar esto por pequeñas cosas, aun cuanto urgentes que sean, es un error. En la vida se puede fallar de muchos modos: como marido o como esposa, como padre o como madre, como hombre de negocios o como artista… pero, todos estos fallos son relativos. Hay santos que fueron en la vida un fallo continuo o único. No es así cuando se pierde a Dios. Aquí el fallo es sin apelación.

El Evangelio nos enseña a establecer prioridades, a buscar lo esencial.  En una palabra, a no perder lo importante por lo urgente, como le sucedió a los invitados de la parábola. El banquete del que nos habla el Evangelio se renueva cada domingo en la Iglesia, es el banquete de la eucaristía. Intentemos no ser de los de las excusas… 


Busca ejemplos en tu vida en los que dejas para más tarde lo importante por lo urgente.

++ En el ámbito humano ocurre igual que el espiritual:

     o   Dedicar tiempo a la familia, pero aparecen necesidades extraordinarias en el trabajo… terminando tarde para volver a casa y demasiado cansancio para dedicar tiempo al otro.

     o   Visitar a un enfermo en el hospital o residencia para mostrarle nuestro cariño y quizás hacerle algún servicio. Pero se deja para más tarde porque no es urgente…

     o   El cuidado de la propia salud… y no se encuentra tiempo…

2.     Llamada General

La fiesta no se anula, al contrario, amplía sus dimensiones más allá de lo previsto. Si en la historia de la salvación, Dios se dirige a un “pueblo escogido” como testimonio de su alianza, la perspectiva se hace universal, sin limitaciones ni discriminaciones. Nos lo recuerda la primera lectura que hemos proclamado: “el festín de manjares suculentos está preparado por Dios para todos los pueblos”.

La parábola sigue teniendo actualidad: ¿Somos capaces de responder a la llamada que el Evangelio nos hace, con toda su fuerza y o nos distraemos? ¿nos dejamos afectar por el testimonio de tanta gente, que “no son de los nuestros” pero se comprometen por valores que han nacido de nuestro patrimonio evangélico?

El proyecto de Dios sobre el hombre es un proyecto generoso de amor y comunión, que se expresa a través de la imagen del banquete, indica alegría en la comunión y en la abundancia de los dones de Dios.

3.     Acoger la invitación dignamente.

Para entrar en el banquete es necesario ir vestido de manera adecuada. El rey había puesto, trajes nupciales a disposición de los invitados. Sin embargo, un invitado se ha negado a ponerse uno. ¿Cómo has entrado sin el traje apropiado?. Pero el no responde. 

Dios nos hace la invitación, nosotros no la merecemos. Trae consigue el don de la gracia, que nos hace dignos de participar en el banquete. Debemos acoger no sólo la invitación, sino también la gracia que nos hace dignos. La gracia, nos purifica, nos santifica, nos pone verdaderamente en la condiciones necesarias para participar en la comunión divina con alegría y felicidad. Si la rechazamos, la invitación no podrá cumplirse plenamente. Seremos excluidos del banquete por la fuerza.

La generosidad divina tiene necesidad de nuestra colaboración. Dios no puede purificar a una persona que rechaza la gracia, que se complace en el mal, que sigue siendo rebelde. Dios necesita nuestra fidelidad y nuestra docilidad para poder colmar nuestro corazón. 

Pidamos al Señor que nos ayude a ponernos a ponernos el traje de fiesta, el traje de la gracia. Debemos llevarlo puesto para recibir la comunión. La Iglesia nos recuerda que si hemos cometido alguna falta grave, debemos purificarnos con el sacramento de la Penitencia antes de comulgar. Debemos estar en gracia de Dios para poder recibir todo el amor del Señor.

03 octubre 2020

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario – 04/10/2020

Se os quitará vosotros el reino de Dios.

Un hombre tenía una viña, que había plantado el mismo, y a la que le dedicaba sus cuidados. En la época de la vendimia envió sus trabajadores a recoger los frutos. ¿Qué sucedió? Los viñadores mataron a algunos de los siervos y los otros los apalearon. Mandó a otros que terminaron lo mismo. Le faltaba solo su hijo, pensó tendrán respeto de mi hijo. 

Jesús nos deja que obtengamos nuestras conclusiones: “y ahora cuando vuelva el dueño de la viña, ¿Qué hará con los labradores?”

La parábola está preparada en la primera lectura, por el canto del Profeta Isaías sobre la viña del Señor. La primera lectura y el Evangelio hablan de una viña, con una diferencia, en la parábola se avisan a las autoridades y en la canto de Isaías se avisa a todo el pueblo.

El canto de Isaías habla de la tristeza de Dios, presenta a Dios como el dueño de una viña: “mi amigo tenía una viña en fértil collado” El dueño tiene mucha dedicación: la plantó, construyó, cavó…la viña debía producir una uva excelente. Pero en realidad produjo uvas que no se podían consumir. ¿Sientes como Dios dedica tiempo a tu vida? ¿Sientes el cuidado de Dios? ¿te imaginas la tristeza de Dios, cuando ve que tu vida no va bien?

El profeta dirige su palabra a los habitantes de Jerusalén y les pregunta  en nombre de Dios, ¿Qué mas cabía hacer por mi viña que yo no haya hecho? En realidad, ha hecho todo lo posible, no ha descuidado nada.  De ahí que la reacción negativa del pueblo de Israel merezca un castigo: “quitaré la valla, la dejaré arrasada…” la viña quedará completamente desolada. ¿podrías responder a la pregunta anterior? ¿Qué más podría hacer Dios por ti?

Estas amenazas iban destinadas a una conversión y evitar el castigo.  Sin embargo esa conversión no se produjo y en consecuencia las amenazas se cumplieron como dice el salmo responsorial. En él el salmista se queja al Señor no sólo por haber abandonado la viña, sino también por haberla hecho devastar. ¿Tienes la experiencia del Salmista? ¿Eres capaz de buscar la conversión? ¿te quejas pensando que Dios te ha abandonado? 

En la parábola aparece una prefiguración de su misterio Pascual y de sus consecuencias. Jesús es consciente del destino de sus adversarios, pero intenta evitarles, las desgracias y las catástrofes que les amenazan.

Esta parábola debe ser una llamada de atención contra la actitud posesiva. Todos tenemos responsabilidades. Para todos es decisiva la actitud que asumamos respecto a estas responsabilidades. La tentación es tener una actitud posesiva, diciendo: “Dios me ha dado unos dones, soy su propietario, hago con ellos lo que quiero”. De este modo asumimos una actitud posesiva, en vez de ejercer la autoridad en bien de todos.

La actitud posesiva está en la base de muchísimo pecados y de muchísimas injusticias. Con ella querríamos alcanzar la felicidad, pero en realidad, no es eso lo que conseguimos. La verdadera felicidad sólo se encuentra en el amor y el servicio. Todos los dones, todos los talentos que Dios nos ha dado y nos da, son instrumentos para poder amar y servir a los demás. Si los usamos de una manera egoísta para buscar nuestro propio interés, nos parecemos a los labradores rebeldes de la parábola. Y las consecuencias serán desastrosas para nosotros.

Debemos pedirle al Señor que podamos adoptar su misma actitud. “Él no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” no quiso aprovecharse de los dones del Padre en su propio beneficio. Jesús siguió siempre su camino de amor y de servicio.

Este es el camino que Jesús nos ofrece y podemos recorrerlo gracias a la Eucaristía, donde se nos ofrece de una manera total y completa posible. Jesús asume en la Eucaristía una actitud completamente opuesta a la posesiva: Toma el pan y se lo da a los discípulos, diciendo: “Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros”

Los cristianos estamos llamados a vivir de manera generosa con este espíritu de amor y de servicio. En él encontramos la alegría perfecta, la alegría divina, que el Señor quiere comunicarnos.

En resumen:

1.     Don ¿Reconoces el don de Dios?

El mundo, don de Dios para el hombre. Es la viña que Él ha plantado y cuidado paciente- mente con mimo de jardinero; lo ama y lo deja, sin desentenderse de él, en manos de unos labradores para que lo cultiven en libertad, desarrollen sus capacidades y den frutos abundantes. 

No son jornaleros de temporada ni trabajadores que tengan que sacar el máximo provecho en el menor tiempo posible.

Dios ama a la creación y a los hombres y los hace colaboradores de su obra. En ellos está acoger el don y agradecer esa elección para hacer posible el proyecto del Dios, Señor de la creación.   

2.     Amor no correspondido ¿Correspondes a este amor?

Ese proyecto de Dios de hacer del mundo una mesa común se ve frustrado. La parábola habla de violencias en cadena. Llamados a ser cuidadores y cultivadores, los hombres se confabulan y se convierten en cómplices de secuestro y asesinato. Quieren ser dueños y propietarios. Sabemos que el sentido de propiedad excluye y elimina. Con este título no tendrán  que dar cuenta ante nadie. «Venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia». Muy fuerte. Jesús encarna la lógica del Padre, la lógica del amor. No es sólo el Señor de la creación y de la historia sino el Padre. “Enviaré a mi hijo”.