26 septiembre 2020

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario – 27/09/2020

¿Qué os parece? ¿Quién cumplió la voluntad del padre?

En el Evangelio de este domingo, Jesús nos habla mediante parábolas, otra vez. Es un modo sencillo pero lleno de sabiduría y fácil de entender. 

La parábola del domingo pasado, los jornaleros enviados a trabajar en la viña, era una enseñanza a los discípulos sobre el Reino; la de este domingo está dirigida a las autoridades (sumos sacerdotes y ancianos).

Esto explica la diferencia de forma y de fondo de cada parábola. 

-En la parábola del domingo pasado quiere que sus discípulos entiendan las actitudes que hay que vivir en su Reino: los últimos serán los primeros. Todo es don gratuito de Dios. 

-En la parábola de hoy, les hace una pregunta: ¿Qué os parece? ¿Quién cumplió la voluntad del padre? Hoy reflexionamos acerca de nuestra coherencia de vida. Mi vida y mi fe, ¿están unidas? ¿están desconectadas?

La respuesta de los sumos sacerdotes es clara: el primero. El que después de haber dicho no a su padre, va a trabajar. Entonces Jesús recoge la respuesta y les interpela con sus vidas, en concreto, con su actuación respecto a la predicación de Juan el Bautista y cómo han actuado las prostitutas y los publicanos. Ellos han dicho que no a Juan el Bautista, son semejantes al segundo hijo, que no cumple la voluntad del padre, no van a trabajar. Los pecadores públicos, semejantes al primer hijo, han pecado, han dicho que no, pero se han arrepentido y han creído por la predicación de Juan de el Bautista. 

El hijo que dice que sí y no va, representa a los que conocían a Dios y seguían su ley; pero después en el momento práctico, cuando se trata de aceptar a Cristo, que era el fin de la ley, se han vuelta atrás.

El hijo que dice que no va y va, representa a los que en un tiempo vivían fuera de la ley y de la voluntad de Dios; pero después, ante Jesús han recapacitado y han acogido el Evangelio.

¿Qué nos dice hoy a nosotros estas páginas del Evangelio?

-      Que las palabras y las promesas no sirven, sino van acompañadas de obras. 

¿Qué esperan de ti? ¿Qué esperas tu de los demás? ¿Coincide lo que dices con lo que haces? ¿Coincide tu pensamiento con tus acción? A veces hay una fractura entre nuestro pensamiento, nuestras palabras y nuestras acciones, y esto genera una incoherencia. La incoherencia es un pecado permanente de nuestra Iglesia y de nosotros en ella. 

La incoherencia resulta odiosa en la vida cristiana, lo que hay entre lo que se profesa o promete en la iglesia o cuando se ora y lo que después es y hace fuera, en el trabajo o en casa. Hacer la parte del hermano que dice sí en la iglesia y la parte del hermano que dice no en la vida. El mundo nos juzga por los hechos y no por las palabras. “Es mejor ser cristiano sin decirlo, que decirlo sin serlo” decía San Ignacio de Antioquía.

Pero también de este principio de puede abusar, hay personas no creyentes o no practicantes, que están siempre dispuestas a aportar una excusa: “los que van a la iglesia son peores que los demás”, creyéndose así justificados, porque ellos no van a la iglesia y no rezan. El bien y el mal son determinados sólo según su gusto y su interés. Si la mujer va a la iglesia, entonces debe callar y no responder, sin tener en cuenta que también quien reza y se esfuerza por vivir el Evangelio es una persona humana y puede tener su luchas y límites. Y después si se tratase de una incoherencia, ésta no es nunca una excusa para nadie: cada uno debe responder delante de Dios y ante su propia incoherencia de lo que él hace, no de la que hacen los demás.

Jesús nos dice a nosotros que lo importante no son las apariencias sino el interior del corazón. El que honra a Dios no es el que cumple los ritos externos, el cumplidor de muchas normas… sino el que cumple su voluntad: la de ir a trabajar en la viña. Estos son los trabajadores auténticos.

¿Te gusta el sí fácil, sin compromiso? ¿usas muchas palabras, pero no tienes compromiso?

¿Simplifico mi cristianismo a un “sí” que luego no tiene un compromiso?

Revisa si tu vivencia de la fe, se reduce a unos ritos externos, que no se traducen en detalles de cada día, que expresen el mandato del amor? ¿Responden tus palabras a la voluntad de Dios? 

¿Qué podemos hacer?  Porque no hacer nada, es como decir que sí y luego no ir a la viña. Intentemos hacer algo.  El Papa nos propone cuatro verbos:

-Conocer ¿los conocemos?

-Escuchar ¿Los escuchamos? ¿cuándo?

-Compartir ¿Compartimos? ¿Cómo?

-Colaboramos ¿puedo colaborar? ¿Es fácil? ¿Por qué? 

Es necesario volver a la conclusión: “os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan delantera en el camino del reino de los cielos”

Ninguna frase de Jesús ha sido tan manipulada como esta. Aquello por lo que Jesús aprecia la prostitución no es por su manera de vivir sino por su capacidad de cambiar y de poner al servicio del bien la propia capacidad de amar. Como la Magdalena, que, habiéndose convertido, siguió a Cristo hasta el calvario y llegó a ser el primer testimonio de la resurrección. Los publicanos y las prostitutas se han convertido por la predicación de Juan el Bautista; los sacerdotes y los ancianos no.

¿nos quedamos sólo en palabras, en sentimentalismos, en buenas intenciones, en ritos externos? ¿Vivo mi vida cristiana aparentando lo que no siento, ni pienso? ¿Reconozco que necesito una conversión interior?

Podríamos resumir las enseñanzas de Jesús con las palabras que él mismo pronunció en otro momento: “no todo el que diga Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad del Padre” y esta es la voluntad: “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

19 septiembre 2020

XXV Domingo del Tiempo Ordinario – 20/09/2020

 “Id también vosotros a mi viña”

1.- ¿Es aceptable el modo de actuar del propietario, que proporciona la misma paga a quien ha trabajado una hora y a quién ha trabajado el día completo? ¿Esto no destruye el principio de justa recompensa?


La dificultad nace del error. ¿Se considera el problema de la recompensa en general o en referencia a la recompensa eterna en el cielo?

Visto así contradice el principio: “Dios dará a cada cual según sus obras” (Rom 2, 6). Jesús se refiere aquí a una situación concreta, el denario, que les viene dado a todos, es el reino de los cielos, que Jesús ha traído a la tierra; es la posibilidad de entrar a formar parte de la salvación.

La parábola comienza diciendo: “el Reino de los cielos se parece a un propietario, que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña”.

Por lo tanto el tema central es el Reino de los cielos.

El problema es el de la división: entre hebreos y paganos; justos y pecadores, en relación a la salvación anunciada por Jesús.  Además si los paganos (pecadores, publicanos, prostitutas…), se han decidido por Dios ante la predicación de Jesús, mientras antes estaban lejos, no ocuparán una posición distinta en el Reino de los cielos. También ellos estarán sentados en la mesa del Reino de los cielos.

Dado que ellos tienen mas disponibilidad para acoger el Evangelio, que los llamados justos (fariseos y escribas), se cumple la conclusión de la parábola: “los últimos serán los primeros y los primeros últimos”.


Una vez abrazada la fe, si hay diferencias. En este caso, ya no es idéntica la recompensa de quien sirve a Dios durante toda la vida haciendo trabajar sus talentos al máximo, que respecto a quien sólo da a Dios los desechos de una vida con una confesión puesta como remedios, en el último momento.

Si Jesús hubiera puntualizado lo que ocurre al día siguiente cuando los obreros ya conocen el camino a la viña, la conclusión habría sido distinta. El propietario ya no habría dado la misma recompensa a quién se hubiera presentado a las cinco de la tarde, que a quién había “aguantado el bochorno del día”

¨     El amor de Dios es gratuito, no está ligado a nuestras “obras,” más o menos generosas, ni a nuestras jornadas en su viña, desde el amanecer o solo desde el atardecer de la existencia. Las “obras” no son el motivo para que Dios nos ame; su amor es gratuito; las obras son consecuencia de ese amor; nuestra correspondencia. 
¨     Tenemos que imitar en nuestros comportamientos con los demás el modo de actuar de Dios, la manera que tiene de pagar a sus jornaleros. Lo dice muy claramente el profeta Isaías en la primera lectura: «mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos...», mis planes y mis caminos son más altos que los vuestros, es decir, son más generosos ..., es bueno con todos, es cariñoso con todas las criaturas..., con los de última hora y con los de la primera. Hace salir el sol sobre buenos y malos...
¨     Dios nos desconcierta. Jesús nos sorprende y nos descoloca con esta parábola, como con tan- tas otras, como nos desconcierta la actitud y el comportamiento del padre con el hijo de la parábola, que se marchó de casa. Tenemos que reconocer que, en el fondo, a veces, no nos convence este modo de actuar, nos enfadamos un poco o un mucho, como los jornaleros de la primera hora, como el hijo mayor que no quiere asistir a la fiesta, alegrarse por el retorno del hermano en la ultima hora...

Es una parábola que pone en crisis a aquellos que quieren encajar el modo de actuar de Dios en sus maneras humanas de pagar, en su visión de la recompensa de Dios, en su idea de la bondad y la gracia de Dios como premio a nuestro buen hacer.

Pero podríamos preguntarnos ¿dónde está la clave para no enfadarnos, sino para alegrarnos de que al último se le haya dado como al primero?

Hemos tenido la suerte de que durante toda nuestra vida hemos conocido a Jesucristo, hemos tenido fe desde pequeños, nos enseñaron a rezar casi a la vez que aprendíamos a hablar. He podido creer y recibir la eucaristía tantas veces. He podido orar el padre nuestro cada día. He encontrado la esperanza y la consolación en el amor de Dios... Trabajar todo el día no es un esfuerzo, sino una gracia. Servirle desde siempre no es un peso sino una enorme alegría. Conocemos a Jesús desde siempre..., y eso es un don suyo, no la recompensa a nuestro esfuerzo. Los de la última hora reciben también el don del abrazo del padre..., pero podríamos decir que se han perdido muchos días, mucho tiempo, sin estar en la casa del padre. Se fueron, vuelven y se les recibe con alegría, pero dejaron mucho tiempo de estar en familia, de disfrutar del hogar y del cariño del Padre.

2.- Dios llama a todos y llama a todas horas.
Hay una llamada universal a trabajar en la viña del Señor. Quizás sea mas un problema sobre la llamada, que sobre la recompensa.

San Juan Pablo II dijo: “los fieles laicos pertenecen al pueblo de Dios, representado en la viña. La invitación “id también vosotros a mi viña” no cesa de resonar desde aquel día. Se dirige a todos, hombres y mujeres de este mundo… la llamada no se dirige sólo a los Pastores, sacerdotes, diáconos, religiosos… se extiende a todos, todos somos llamados personalmente por Dios”

¿Qué significa para ti ir a la viña del Señor?
La “viña” a la que estás llamado a trabajar, es tu mundo concreto, en tu realidad cotidiana. Es una llamada a vivir la santidad en tu trabajo diario, en tu relación con los demás… debemos santificarnos en la ordinaria vida profesional y social.

3. El problema del paro. “¿Cómo es que estáis aquí sentados sin trabajar? Nadie nos ha contratado” Esta misma respuesta podría ser dada por miles de personas hoy día. Al utilizar esta situación en la parábola pensamos que Jesús no es insensible a este problema. Si él describe también la situación, es porque él ha observado muchas veces esta situación y ha mirado a los desempleados con una mirada compasiva.

4. Hemos explicado que significa desde el plano espiritual y simbólico el hecho de que el propietario dé la misma paga a todos los trabajadores, independiente del tiempo que hayan trabajado. ¿Qué nos dice este proceder desde el plano humano? Aquel propietario sabe que los trabajadores de la última hora tienen las misma necesidades que los que comenzaron a trabajar a la primera hora. Dando la misma paga, el propietario demuestra no tener en cuenta el mérito, sino la necesidad. Muestra, ser bueno, generoso y humano.

El problema de paro, es económico, pero también humano. La persona desempleada se siente inútil, como si la sociedad la hubiera olividado y ella estuviese de más en el mundo. Estas palabras servirán poco, a los que están desempleados, pero sirvan para estar menos solos y arrinconados

No olividemos que todos estamos llamados a trabajar en la viña de Señor para alcanzar la eterna recompensa.

18 septiembre 2020

Comuniones y Confirmaciones Septiembre 2020








12 septiembre 2020

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario – 13/09/2020

¿Cuántas veces tendré que perdonar?

El tema del Evangelio de este domingo es el perdón. Pedro le pregunta a Jesús: “si mi hermano me ofende, ¿Cuántas veces tengo que perdonar?

Setenta veces siete, es la respuesta, es igual que decir: siempre. El perdón es una cosa seria, humanamente difícil, pero no es imposible.  No se debe hablar a la ligera, sin darse cuenta. Junto con el mandato de perdonar, es necesario ofrecerle a la persona un motivo para hacerlo.
Este motivo, Jesús lo explica mediante la parábola.

Un rey tenía un siervo, que le debía diez mil talentos. Una cifra muy elevada. Ante esta petición del siervo, el rey le perdona la inmensa deuda. Habiendo salido afuera, aquel siervo encuentra a un compañero que le debe una mínima cantidad, cien denarios. Del mismo modo, éste le suplica, empleando las mismas palabras, que él había empleado con el rey, que le perdonase. Pero no lo perdona y lo manda a prisión. ¿No debías tu también tener compasión de tu compañero, como yo tuve de tí?

Jesús concluye, “lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”

¿Por qué debo perdonar siempre? Porque Dios me ha perdonado primero y lo sigue haciéndolo  siempre. Jesús no se limita a ordenarnos que nos perdonemos, el motivo es que él nos ha perdonado primero. Mientras lo clavaban en la cruz: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”

No solo los perdona, los excusa. Actuando así, Cristo nos ha dado ejemplo de perdón, y nos ha dado la Gracia de perdonar. Nos ha dado una fuerza y una capacidad nueva, que no viene de la naturaleza sino de la fe.

San Pablo dice: “Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros” (Col 3, 13). Ha sido superada ya la ley del talión “ojo por ojo, diente por diente”, el criterio no es: lo que el otro te ha hecho a tí, házselo tu también; sino que es: “lo que Dios te ha hecho, hazlo tu también al otro”. El perdón Cristiano en esto va más allá del no re-sentimiento.

Esto quiere decir que hemos de ir despacio en la exigencia de la práctica del perdón, incluso para las personas que no comparten nuestra fe.  Esto no surge de la ley natura o de la simple razón humana, sino de Evangelio. Nosotros debemos preocuparnos de practicar el perdón, más que exigir que lo hagan los demás. Debemos demostrar con hechos  que el perdón y la reconciliación hasta humana y políticamente hablando es la vía mas eficaz para poner fin a los conflictos. Es mas eficaz que la venganza y la represalia, porque rompe la cadena del odio.

¿Perdonar siempre alimenta la injusticia y la prepotencia? No, el perdón cristiano no excluye que tu puedas también, en ciertos casos, denunciar a la persona y llevarla ante la justicia, sobre todo cuando están en juego los intereses de los otros.

Hay perdones para casos muy graves, y hay perdones de cada día: en la vida en pareja, en el trabajo, entre familiares, entre amigos, colegas, conocidos... ¿Qué hacer cuando uno descubre que ha sido traicionado por el cónyuge? ¿O en el trabajo? ¿Perdonar?...
Se verifica lo dicho por Jesús: “¿Quién de ellos le amará mas? Respondió Simón: supongo que aquel a quien perdonó mas” (Lc 7, 42-43)

Algunos dicen: “yo quiero perdonar, pero no lo consigo”. No consigo olvidar, apenas veo a aquella persona, y no puedo olvidar” Es normal que se reaccione así. Lo importante no es lo que tú sientes sino lo que tu quieres. Si quieres perdonar, si lo deseas, ya has perdonado. No debes conseguirlo por tí mismo la fuerza de perdonar, sino de Cristo.

Tenemos que estar atentos: podemos pensar que siempre somos acreedores de perdón y nunca tenemos deudores. Si lo pensamos bien,  cuando vamos a decir “Te perdono” diríamos: “perdóname”. Más importante que perdonar es pedir perdón.

Jesús ha resumido toda la enseñanza del perdón en pocas palabras, que ha incluido en la oración de Padre nuestro, para que frecuentemente nos acordemos: “Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Esforcémonos en perdonar a quién nos ha ofendido; de otra manera, cada vez que nosotros solos repetimos estas palabras pronunciamos nuestra misma condenación.

08 septiembre 2020

Consigue tu maqueta de la Parroquia

Ya se pueden hacer encargos de la maqueta de la Parroquia. Son unos sobres que contienen las piezas e instrucciones para montar una maqueta del edificio de aproximadamente 20 centímetros de largo y 15 de ancho y alto. Su precio es de 20 € y los beneficios serán destinados a fines parroquiales. Vídeo:

06 septiembre 2020

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario – 06/09/2020

El tema de nuestra reflexión este domingo es la corrección fraterna.
Esta forma de corregir exige una libertad interior y una gran madurez, por eso es bastante difícil.

La convivencia esta llena de contrastes, conflictos y errores, debido al hecho de que somos distintos por temperamento, por puntos de vista y por gustos.

1.- Jesús presenta el caso de uno que había cometido algo, que es erróneo: “si tu hermano peca...”
No lo restringe al campo sólo a una culpa cometida en relación con nosotros. Es prácticamente imposible distinguir si a la hora de movernos es el celo por la verdad o si por el contrario, no es nuestro orgullo. En este sentido sería una autodefensa y no corrección fraterna.
¿Por qué dice Jesús repréndelo a solas?
Por el respeto y por la dignidad del hermano. Cuando la corrección se hace pública, todo cambia. Sería bien difícil que una persona acepte la corrección en público.

Dice además “ente los dos”, para dar la posibilidad a la otra persona a poder defenderse y explicar con toda libertad lo realizado. Muchas veces, lo que a un observador externo le parece una culpa, en la intención de quien la ha realizado no lo es. Muchas veces una explicación elimina los malentendidos. Pero esto no es posible cuando se hace público.
¿Has corregido alguna vez a alguien en público? ¿Y en privado? ¿Te han corregido en público?¿Y en privado? ¿Que diferencia hay? ¿cuál es la opción que tu prefieres para que te corrijan?

2.- ¿Cuál es según el evangelio, el motivo último por el que es necesario practicar la corrección fraterna?
No es por demostrar los errores de los demás y demostrar nuestra superioridad.
La finalidad es para “ganar a un hermano”, esto es, buscar el bien del otro. Para que pueda perfeccionarse y no tener desagradables consecuencias, buscar en definitiva su salvación eterna.

La corrección recíproca, si es hecha con el espíritu del Evangelio, es algo bello. Cuando por cualquier motivo no es posible corregir fraternalmente de cara a cara, según el evangelio hay algo que se necesita evitar hacer a la persona que ha errado y es divulgar la falta del hermano, hablar mal de él y hasta calumniarlo, dando por probado lo que no lo es o exagerando el error.

El mal, las malas noticias y los escándalos de hoy tienen muchos canales de difusión a lo que no es necesario añadir otros. Hemos de proponernos ser el término del mal, que con nosotros termine esa transmisión: habladurías, calumnias... que nosotros no les demos importancia o incluso las olvidemos. Cada vez que esto acontece es una victoria del bien sobre el mal. El mundo resulta un poco mas limpio.

Una vez, una mujer fue a confesarse con San Felipe Neri, acusándose de haber hablado mal de algunas personas. El santo la absolvió, pero le impuso una extraña penitencia. Le dijo que debía ir a su casa, coger una gallina y volver donde él estaba desplumándola bien a lo largo del camino. Cuando estuvo de nuevo delante de él, le dijo: ahora vuelve de nuevo a casa y recoge cada una de las plumas, que has dejado caer. La mujer le dijo que era imposible: el viento las había dispersado. San Felipe le dijo: ¿ves cómo es imposible recoger las plumas? También es imposible recoger las murmuraciones y las calumnias una vez que han salido de nuestra boca.

3.- No siempre depende de nosotros, que tenga éxito la corrección fraterna. Quien quiera corregir debe estar dispuesto a aceptar una corrección. Cuando veías a una persona, que recibe una observación, o la oís con sencillez: “Tienes razón, gracias por decírmelo” estamos ante una persona humilde.

Evitad que la corrección sea un acto de acusación o crítica. Aprovechar la corrección para evidenciar todo lo bueno que tiene esa persona y lo mucho que esperamos de ella, de manera que la corrección sea para crecer y animar que para destruir y descalificar.

No es fácil, en cada uno de los casos, entiende el si es mejor corregir o dejar hablar o callar. Por eso es necesaria la regla de oro del apóstol de la segunda lectura: “a nadie le debáis nada, mas que amor... uno que ama a su prójimo no le hace daño”

4.-El texto que la liturgia nos ofrece en este domingo tiene como núcleo particular el perdón. Al final, Jesús ofrece el principio donde se inspira todo el proceso que acaba de describir: la oración, la experiencia espiritual. La gestión evangélica de los conflictos debe tener un ambiente de encuentro con Dios: “Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre allí estoy yo, en medio de ellos”. Y se hace referencia a la oración en común, que es escuchada por el Padre. Detengámonos en este perdón que el Señor nos pide. Dios ha creado al hombre para la solidaridad, para el amor mutuo. Pero el hombre, en los inicios, eligió su propio yo frente al otro, frente al amor y la fraternidad. A la pregunta de Dios por el hermano, responde con una respuesta insolidaria y egoísta: “acaso soy yo guardián de mi hermano”.

El individualismo continúa elaborando esta respuesta y la justifica de mil maneras. Y, sin embargo, Dios nos sigue pidiendo que seamos guardianes de nuestros hermanos. En la comunidad cristiana todos somos guardianes unos de otros; todos custodios de nuestros hermanos, precisamente por esa presencia de Cristo Resucitado en medio de la fraternidad. Sin esta realidad comunitaria no es posible entender el perdón del que nos habla Jesús. La comunidad necesita en su interior una serie de fuerzas que la construyen y la cohesionan. En ella debe reinar la paz, la concordia, las relaciones interpersonales, la acogida mutua, la comprensión, el respeto mutuo etc. Pero no podemos olvidar que está construida sobre instrumentos débiles que con facilidad pueden desviarse hacia el individualismo y la ruptura de la comunión. La comunidad debe ejercer en esos momentos las funciones más decisivas de la fraternidad: la búsqueda de la reconciliación. No es necesario que interpretemos desde nuestras categorías y circunstancias las diferentes modalidades que el texto ofrece. La enseñanza del evangelio va al fondo de la cuestión: construir puentes, dialogar, escuchar, acoger la diversidad, buscar modos para restaurar la paz, facilitar el perdón…son actitudes que debemos cultivar para fomentar en la sociedad y en la Iglesia esa cultura del encuentro, en la que tanto insiste el Papa Francisco.

03 septiembre 2020

Consolación 2020