
1. El 14 de octubre de año pasado inaugurábamos en este mismo altar el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, que nuestra Archidiócesis, gracias a Dios, ha vivido de forma muy intensa. Ha sido, sin duda, un año de gracia, en el que hemos tenido la oportunidad de incrementar nuestra formación cristiana y volver nuestra mirada a Dios, renovar nuestra fe y nuestra vida cristiana, ahondar en nuestra conversión a Jesucristo y descubrir que sólo Él es capaz de colmar las ansias de felicidad del corazón humano. Por todo ello damos rendidas gracias a Dios, autor de todo lo bueno y lo noble que existe en la creación y en nuestras vidas, autor de todas las maravillas de la naturaleza y de la gracia.
2. Clausuramos el Año de la Fe en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Las lecturas que acabamos de proclamar nos muestran la realeza de Cristo en tres planos complementarios: la primera nos ha narrado la unción de David como rey de Israel, figura de Cristo, el hijo de David por excelencia; la segunda nos ha presentado a Jesús como rey del universo por ser su creador, y como cabeza y Señor de su Iglesia por ser su redentor. El evangelio nos ha mostrado el rostro sereno y majestuoso de quien, consumada la epopeya de nuestra redención, es coronado como rey en el árbol de la Cruz y es constituido como centro y fin de toda la historia humana y de la historia de la salvación.